11 de noviembre de 2011

MAGIA

"¡No quiero a ninguno, ya está! ¡Hala! ¡Fuera, tú, diablillo pícaro, de mi hombro! ¡Fuera, tú, también, angelillo cándido, de mi otro hombro!" Y con esas palabras, el joven aprendiz de brujo creyó haber abierto la puerta al libre albedrío. Sin embargo, bastaron las solas palabras de su madre para que la magia desapareciera: "¡A cenar, Pedrito!"

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