13 de noviembre de 2011

IMPACIENCIA


¿Acaso la de esta tarde ha sido la situación más odiosa que recuerda en una biblioteca? Puede que sí. Puede que mucho más que el ruido de algún móvil, que las voces altas de conversaciones indiscretas o que el, a veces, desquiciante desorden de alguna estantería, que le hace ponerse el sombrero de aventurero y lanzarse a una búsqueda que no siempre da sus frutos. No, nada de eso le ha resultado nunca tan odioso como ese grito furioso y malsonante; como ese estrellar el libro, con sonoro golpe, contra el mostrador, ni como esa demostración de frustrada impaciencia y estúpida rendición de alguien a quien por convención -que no por convicción- llamará "lector".

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