1 de octubre de 2011

FRITZ: UN CUENTO POR ENTREGAS (XXXII)- NUEVAS ESPERANZAS

No son aún las seis de la mañana, cuando el Capitán González y el Teniente Grisón, junto con el equipo forense, llegan al depósito de la Guardia Civil. Allí, apenas como una sombra más, los restos calcinados de lo que fue una limusina. La impresión del Capitán González es que el equipo foresnse no tendrá nada que hacer, aunque quiera, con aquello.

Sin embargo, el Teniente Grisón no pierde el tiempo, ordena encender los focos del almacén, y uno a uno va distribuyendo a sus subordinados:
-Usted, busque huellas dactilares; usted, mire a ver si puede hallar trazas de ADN; y usted, trate de encontrar cualquier elemento extraño.

-¿Pero es que cree Usted que es posible encontrar algo en esa mole calcinada?

-Sin ninguna duda, Capitán. Aunque mucha gente tiene la creencia de que el fuego termina con la posibilidad de encontrar cualquier pista de un crimen, eso no deja de ser una falsa creencia.
Es aquella de buscar y rebuscar pistas una tarea laboriosa, que se hace eterna para el Capitán González, acostumbrado a otro ritmo, a tiempos que pasan más rápido. Mira el reloj, pasea aquí y allá, tratando de no molestar al equipo forense, pero no perdiendo ningún detalle de lo que hacen, y mirando la limusina, como ensimismado,como queriendo ver algo, lo que sea, pero algo que no sea sólo un amasijo de hierros ennegrecidos.

Han pasado ocho horas ya, y nadie parece tener interés por hacer otra cosa que lo que están haciendo; ni siquiera se hace una pausa para comer algo, sólo de vez en cuando alguien coge una botella y bebe un poco de agua.
-¡Capitán González!

-¿Sí, Teniente?

-Hemos terminado. Ya tenemos todo lo que se podría conseguir de un escenario como este. Ahora falta únicamente saber si entre todas las muestras que hemos recogido hay alguna que relacione esta limusina con nuestro caso.

-¿Quiere decir que puede que no la encontremos?

-Es probable que el mal estado de algunas de las muestras no nos permita asegurar con toda certeza que esta limisina y la que llevó al matrimonio Alemán-Del’Oro son la misma.

-Pero entonces, de igual modo, tampoco nos daría la certeza de que no lo fuera, ¿no es cierto?
Hace rato que ha anochecido, cuando el coche con el equipo forense llega a la comisaría. Una detrás de otra, van descargando cajas y bolsas con muestras recogidas en la limusina calcinada que apareció en el campo de trigo y que permanece custodiada en el depósito de la Guardia Civil. No importa la hora que es, ni el Capitán González, ni el Teniente Grisón, ni su equipo forense piensan en tomarse un descanso. Al contrario, en cuanto todas aquellas muestras están en el laboratorio, emprenden la tarea de su identificación y clasificación preliminar para su posterior análisis. Se han encontrado trazas textiles -algo de lo más normal en cualquier coche-, minerales -entiéndase por tales: vídrios- y apenas unas pocas trazas de ADN, cuyo estado, a priori, hace pensar, incluso al Teniente Grisón, que están demasiado deterioradas como para poder ser analizadas con éxito.
 

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