Esto no es normal, o al menos eso se dice a sí mismo: 2 de octubre, nueve de la noche y el termómetro marcando 28 grados. Dentro de tres o cuatro horas, digamos a la una de la madrugada, aún marcará sus buenos casi 23 grados: "noche tropical" lo llaman algunos. Hace algo más de un mes, alguien le decía: "No me parece estar en Santander". Y entonces aún llovía a ratos o se nublaba por momentos. Pero no exagera si dice que hace un mes que llegó el verano y, salvo dos o tres días, el mercurio no ha bajado de los veintitantos grados por el día y que el sol sólo para ponerse el pijama desaparece. No, esto no es normal, por más que algunos hablen de un tal veranillo de San Miguel. Quizás lo dijo hace meses, quizá sólo lo pensó y no lo dijo o puede que ni lo uno ni lo otro: pero tiene claro que el año le va con retraso. Y le viene a la cabeza eso que algunas veces explica a la gente, eso que etimológicamente tan claro está, pero en lo que no se suele caer: que octubre no es otro que el octavo mes del año. Y entonces sí, se queda tranquilo, porque las cuentas le vuelven a salir.
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