6 de diciembre de 2012

HISTORIANDO


Cuando Luis XVI tomaba la sopa boba en su palacio mientras los muertos de hambre asaltaban Las Tullerías por un mendrugo de pan, lejos estaba de saber que habría de ser su cabeza la que pronto rodara rebanada.

Cuando Ceaucescu alzaba su voz contra las ansias de libertad que en tromba se colaban por la grieta abierta en el Muro de Berlín, lejos estaba de saber que sería su cuerpo acribillado por las balas, y no la democracia, lo que pronto yacería en el frío suelo rumano.

Y cuando Rajoy hace esto y aquello desde su despacho en el Palacio de La Moncloa, mientras millones de personas se ven abocadas a la miseria y al desahucio material y vital, lejos está de saber y comprender que nadie sabe dónde está ese punto en que el Pueblo da por roto el contrato con el poder y se cobra cada agravio.

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