19 de mayo de 2011

TAN AL AIRE DE UNO MISMO


Siempre ha sido un visitante fiel de las bibliotecas y de los encantadores -en el sentido más mágico del termino- seres que pueblan sus estanterías. Y en ese ir y volver, con el tiempo, llegó a parecerle que casi nada cambiaba, o que lo hacía tan lentamente que los cambios resultaban imperceptible. Recuerda su primer carnet, de cartón. Y años después, en otra ciudad, recuerda una biblioteca donde uno mismo podía autoprestarse el libro con ayuda, eso sí, de una máquina. Y cuando volvió a su ciudad, acabada la universidad, aquella máquina no la volvió a ver. Y todo parecía detenido en el tiempo, pero últimamente, desde que la biblioteca y sus maravillosos seres se mudaron a un edificio más amplio, donde ya no hacen falta montacargas que los rescaten de salas que nunca nadie vio, algo ha cambiado. Quizá sea casual. O quizás no. Pero ahora todo tiende a lo nuevo, a las posibilidades que abre la tecnología digital. Hace algún tiempo ya que disfrutó -al menos por la curiosidad- de un libro que no era un libro o sí lo era, pero electrónico. Y hace algún tiempo, pero menos, vio una máquina que aún no está operativa y que se parecía mucho a aquella otra máquina de sus años universitarios. Y esta misma noche, hace sólo unos minutos, desde su casa, ha renovado un libro en préstamo. Todo tan sencillo, tan al aire de uno mismo. Pero él lo sabe muy bien: siempre necesitará volver al espacio físico de la biblioteca, pasear entre las estanterías, embriagarse del aroma del papel...

4 comentarios:

  1. Cambia el espacio que alberga los libros, en mi ciudad hay una biblioteca completamente de cristal, cambiará la forma de acceder a ellos, pero jamás desaparecerán las bibliotecas. Mientras haya gente que siga prefiriendo el tacto del papel a cualquier otra cosa.

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  2. Quién sabe, pudiera ocurrir que las personas del futuro sean propicias al sistema digital. Si ahora nos quejamos de la falta de tiempo, qué será de que pasen unos siglos.

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  3. Esperemos que así sea, Aliana, y que al igual como hoy existen las librerías de viejo, un día existan las bibliotecas de viejo.

    Pero no crea nadie que mis preferencias sean porque no aprecio el avance que suponen las nuevas tecnologías; más bien serán rarezas de un nostágico.

    Un beso.

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  4. Seguramente quienes nazcan en el siglo XXII vean como una reliquia los libros de papel, si es que los conocen; y desde pequeños en el cole usarán hojas digitales y lápices ópticos con bluetooth.

    Sobre si ellos se quejarán también de falta de tiempo, Goriot, yo no tengo ninguna duda: ¿cuándo el hombre no se ha quejado de falta de tiempo?

    Un abrazo.

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