Uno a veces se condena,
y lo hace a amar, a sentir
que se deja el corazón
en la piel y el alma de otro.
Y a pesar de su condena,
se cree libre, se vive
libre en manos del amor
sin saberlo juez y parte.
Y en la carcel de unos brazos,
ResponderEliminaryo me consuelo pensando
que no es cadena perpetua.
Y anhelo mi libertad.
La busco, la encuentro, la tengo.
Besos.
No son ajenos tus versos, Aliana, a mi poema, ni los desmerecen. Al contrario, creo que los enriquecen. Gracias.
ResponderEliminarUn beso.
Tienes razón, no son ajenos. Nacierón con el único fin de continuar la reflexión de los tuyos.
ResponderEliminarLo escrito, Aliana: gracias por tus versos, me gustan mucho.
ResponderEliminarUn beso.
Las personas nos condenamos y atamos a cadenas desde nuestra manera de actuar, guiándonos por los demás, rompemos nuestros vuelos, y algunas veces nos atamos a los recuerdos.
ResponderEliminarBonitos versos.
Saludos.
Gracias, María, por tus palabras.
ResponderEliminarY a pesar de lo que digo en el poema, para mí siempre tendré por cierto que el amor nos hace libres para ser como somos, para soñar, para dejarnos llevar...
Saludos.
El amor es el sentimiento más profundo de los seres humanos que hace incluso hasta mover montañas.
ResponderEliminarSaludos.
Eso mismo me gusta creer a mí, María.
ResponderEliminarUn saludo.